Preservar nuestra relación con el Padre Celestial y Jesucristo
Segunda consejera de la presidencia general de la Primaria
14 de febrero de 2023
Segunda consejera de la presidencia general de la Primaria
14 de febrero de 2023
Dios siempre está tratando de hablar con ustedes, aun cuando no puedan percibirlo. La mayoría de las veces, Él está tratando de decirles que los ama y que ustedes son Su prioridad. Él ha proporcionado y continuará proporcionando muchas maneras incontables de demostrar lo mucho que nos valora y prioriza.
Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu
¿Alguna vez han tenido la experiencia de que han notado una marca, un modelo o un color de automóvil en particular en la carretera y luego parece que no pueden evitar ver ese tipo de vehículo en todas partes? Hace poco aprendí que este es un fenómeno real. A principios de la primera década del siglo XXI, un profesor universitario incluso le dio un nombre: la “ilusión de frecuencia”1. Básicamente, significa que algo que recientemente te ha llamado la atención parece ser más prevalente o frecuente en tu entorno que antes.
La ilusión de frecuencia tiene dos partes:
Primero, la percepción de que una experiencia ha aumentado en frecuencia, es decir, que de repente empiezan a ver Escarabajos Volkswagen amarillos en todas partes.
Segundo, la creencia de que esta experiencia no estaba ocurriendo con esa misma frecuencia anteriormente, no pueden recordar haber visto tantos Escarabajos Volkswagen amarillos antes en sus vidas.
Ahora, se necesitaría una imaginación muy activa para hallar cualquier tipo de interpretación profunda y significativa de la materialización repentina de los pequeños coches amarillos en las calles por las que ustedes viajan. Sin embargo, sí creo que cuando algo así sucede en nuestra búsqueda de aprendizaje —incluso el aprendizaje espiritual— puede ser que el Señor esté tratando de decirnos algo o guiarnos de alguna manera.
En el contexto del aprendizaje espiritual, no llamaríamos a eso ilusión, más bien podríamos decir que es una impresión, es la forma en que el Señor nos ayuda a notar algo que siempre estuvo ahí, pero no supimos ver.
Consideren la enseñanza del élder Richard G. Scott en una conferencia general:
Las impresiones del Espíritu pueden llegar en respuesta a una oración apremiante o sin solicitarla cuando la necesitas. En ocasiones el Señor te revela la verdad cuando no la estás buscando… Sin embargo, el Señor no te obligará a aprender; tú debes ejercer tu albedrío para permitir que el Espíritu te enseñe. Al hacer de esto una práctica en tu vida, serás más receptivo a los sentimientos que se reciben con la guía espiritual. Entonces, cuando ésta llegue, en ocasiones cuando menos lo esperes, la reconocerás más fácilmente2.
La observación del élder Scott, de que a veces podemos recibir impresiones del Espíritu no solicitadas, me lleva a concluir que Dios está constantemente tratando de comunicarse con nosotros, incluso más de lo que podemos reconocer, y llega a ser vital que procuremos estar constantemente en sintonía con una frecuencia espiritual que nos permita despertar nuestra atención, notar lo que Dios desea que notemos y ser sensibles al significado espiritual de nuestras experiencias; en otras palabras, recibir el mensaje que el Señor nos invita a recibir.
No hace mucho tiempo, recibí una impresión que seguía un patrón similar. Mientras leía las Escrituras, me encontré con la palabra preservar, y me impactó de una manera que no había reconocido anteriormente. Una pequeña semilla se plantó en mi mente. De ahí en adelante, sentí que me topaba con esta palabra en todas partes. Por ejemplo, la veía en otras cosas que leía y la escuchaba en conversaciones casuales. ¡Incluso me la encontraba en el supermercado!
Cada encuentro ayudó a la pequeña semilla a crecer, y mi atención ahora estaba enfocada. Reconocí un patrón que continuó persuadiéndome a meditar en esa palabra. Yo, lógicamente, sabía que las personas no estaban usando repentina e involuntariamente la palabra preservar a mi alrededor con más frecuencia, pero con mi nueva y agudizada sensibilidad a la palabra, procuré entender lo que debía aprender de esta “impresión de frecuencia”.
Sentí que el Espíritu me invitaba a reflexionar sobre tres preguntas:
La primera pregunta me llevó, como era de esperar, al diccionario para buscar preservar. Me encanta el lenguaje que encontré allí. Me ayudó a visualizar el propósito de la preservación. Aprendí, por ejemplo, que preservar significa:
Al meditar estas definiciones, me resultó fácil responder a la segunda pregunta: ¿Qué estoy tratando de preservar, proteger, mantener con vida y defender? Estoy segura de que si tuvieran que considerar esa pregunta por ustedes mismos, podríamos encontrar que compartimos algunas respuestas en común: relaciones con seres queridos, historia familiar y tradiciones, pertenencias heredadas, y cosas en el mundo físico como el medio ambiente, por mencionar algunas.
Los pasos que damos para preservar las cosas son observables en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, los alimentos que comemos, los ejercicios que hacemos, los medicamentos que tomamos para preservar nuestra salud física y mental y la tecnología que utilizamos para preservar la información a fin de que se pueda acceder a ella bien en el futuro.
A fin de cuentas, este ejercicio resaltó claramente algunas cosas para mí:
Con este entendimiento, pude discernir lo que el Espíritu del Señor estaba tratando de decirme. Él quería que evaluara, ante todo, cómo puedo preservar mi fe en el Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo y mi relación con Ellos.
Esta pregunta en particular me invitó a aplicar todo lo que estaba aprendiendo acerca de la preservación a mi relación con el Padre Celestial y Jesucristo, y los convenios que he hecho con Ellos. Me llevó a determinar si había colocado a Ellos en una posición prevalente en mi lista personal de prioridades, permitiendo que todo lo demás de mi vida fluyera de esa relación más importante.
Cuando el élder D. Todd Christofferson habló aquí en BYU el marzo del 2022, él nos invitó
a considerar la majestuosidad de los dos grandes mandamientos sobre los cuales “dependen toda la ley y los profetas” y también por qué el primer mandamiento es el primero. ¿Cuál es la importancia de ese orden para nosotros?3.
Para responder a esa pregunta, el élder Christofferson nos enseñó acerca de
la naturaleza fundamental [del] primer mandamiento… Para encontrar un propósito, una dirección y un significado, debemos fijarnos en el primer y gran mandamiento…
… El amor a Dios y la sumisión a Él ponen freno a nuestra tendencia a corromper las virtudes al llevarlas al extremo4.
La poderosa instrucción del élder Christofferson ilustra la magnitud de nuestra estima personal por Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo. El lugar que Ellos ocupan en nuestra vida nos ayuda a salvaguardar todas nuestras demás relaciones. El preservar nuestra relación con Jesucristo nos ayuda a saber cómo poner en práctica virtudes rectas en nuestra búsqueda de una unión divina con todos los hijos de Dios, haciendo que esos valores se centren más en Cristo. Tal como Pablo escribió a los colosenses:
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;
Soportándoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros si alguno tuviere queja del otro; de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.
Y sobre todas estas cosas vestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección5.
El élder Christofferson también enseñó:
El poner el primer mandamiento primero no disminuye ni limita nuestra capacidad de guardar el segundo mandamiento. Al contrario, lo amplifica y lo fortalece. Significa que realzamos nuestro amor al anclarlo en un propósito y un poder divino. Significa que tenemos el Espíritu Santo para inspirarnos a ayudar a los demás en maneras que nunca hemos visto en nosotros mismos. Nuestro amor por Dios eleva nuestra capacidad de amar a los demás más plena y perfectamente porque, en esencia, nos asociamos con Dios en el cuidado de Sus hijos6.
También he llegado a reconocer que, así como Dios nos pide que lo pongamos a Él en primer lugar en nuestra vida, Él hace lo mismo por mí, por ustedes y por todos Sus hijos. En Sus propias palabras, Jesús dijo: “Porque he aquí, esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”7.
En este y otros pasajes de las Escrituras8. Dios nos dice que Su mayor prioridad somos nosotros, Sus hijos. Él desea que compartamos en Su gloria9, que tengamos el gozo para el cual fuimos creados10 y que obtengamos “la vida eterna … el mayor de todos los dones de Dios”11. En Su oración intercesora, Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”12.
Al considerar los pasos observables que Dios toma para preservar Su relación conmigo, puedo discernir un patrón que me enseña cómo yo puedo preservar mi relación, recíprocamente, con Él.
Me gustaría compartir cuatro maneras en las que Dios trabaja para preservar Su relación con nosotros. Y al hacerlo, los invito a prestar atención a cualquier lenguaje de preservación y de valor que ustedes encuentren en las Escrituras y en las palabras de los profetas y apóstoles que ahora compartiré.
Un Padre amoroso y sabio nos envió a Jesucristo para redimirnos de los efectos del pecado, lo que garantizó que no nos quedaríamos en un estado de distanciamiento de Dios perpetuo. En vez de ello, mediante el don de misericordia divina de nuestro Salvador, a todos se nos concede incondicionalmente la inmortalidad y el regreso a la presencia de Dios para ser juzgados13. En el Jardín de Getsemaní y en el Calvario, Él utilizó Su poder, dado a Él por el Padre14, para sufrir “por todos, para que no padezca[mos] si [nos] arrepe[ntimos]”15. Luego, colgó de aquel madero y dio Su vida por nosotros16.
¿Qué haríamos entonces para preservar una relación con Él, que tan poderosamente demostró lo que Él estaba dispuesto a hacer por nosotros?
Para aceptar Su don “y aplica[r] la sangre expiatoria de Cristo”17 en nuestra vida:
[Se mostró un video con la canción “The Miracle” (El milagro)20]
Otra señal clara de lo mucho que Dios nos valora es que Él nos da el poder preservador y protector de Su palabra. Como lo prometió Nefi:
Quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones … del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción21.
En la epístola de Pablo a los Hebreos, se dice que la palabra de Dios es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”22. Dios nos comunica Su palabra viva por medio de los testamentos de las Escrituras, pero también por boca de profetas y apóstoles vivientes. La Iglesia de Jesucristo tiene líderes escogidos por Él y se les ha dado el poder y la autoridad para declarar Su voluntad a Su pueblo.
El presidente Dallin H. Oaks ha enseñado:
Como parte de sus responsabilidades, los profetas y apóstoles tienen el deber y el don proféticos de enseñar las verdades del Evangelio y de testificar como “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” (Doctrina y Convenios 107:23)24.
La palabra de Dios puede atravesar cualquiera de nuestras inclinaciones naturales hacia la cultura, los hábitos, los prejuicios, las ideas preconcebidas y las dudas del mundo25. Su palabra puede hablar directamente hasta “lo profundo” de nuestros corazones, independientemente de nuestro nivel de rectitud26. “La palabra de Dios puede separar la verdad del error” y ayudarnos a reconocer y eliminar de nuestro pensamiento cualquier enseñanza falsa que pudiera nublar nuestro razonamiento y entendimiento “al ponerla en contra de las verdades claras y preciosas de Dios” y ayudarnos a reconocer y eliminar de nuestro pensamiento cualquier enseñanza falsa que pudiera nublar nuestro razonamiento y entendimiento “al ponerla en contra de las verdades claras y preciosas de Dios”27.
¿Qué podemos hacer, entonces, para preservar nuestra fe en las palabras de Dios, tal como se reciben mediante las Escrituras y Sus profetas y apóstoles escogidos?
Mis queridos hermanos y hermanas, les prometo que si cada día estudian el Libro de Mormón con espíritu de oración, cada día tomarán mejores decisiones. Les prometo que cuando mediten en lo que estudien, se abrirán las ventanas de los cielos y recibirán respuestas a sus preguntas y dirección para su vida. Les prometo que si cada día se sumergen en el Libro de Mormón, estarán vacunados contra los males de esta época28.
Las promesas más importantes que hacemos con Dios son las que hacemos mediante convenios. Estos acuerdos sagrados son la forma en que Dios ha obrado con Sus hijos desde el principio de los tiempos. Vemos a Dios mostrar Su compromiso con Sus hijos del convenio desde un inicio en las Escrituras —comenzando en el libro de Génesis29— y continuando a lo largo de la historia de las Escrituras. El hacer y guardar convenios puede ser una guía poderosa en las decisiones que tomamos.
Con estas palabras, el apóstol Pedro escribió acerca del poder prometido al pueblo del convenio de Dios:
Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por medio de su gloria y virtud,
por conducto de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo30.
Esas “preciosas y grandísimas promesas” están relacionadas con las ordenanzas y los convenios que hacemos con Dios el Padre por medio de Su Hijo Jesucristo. Y Dios nos pide que participemos en ellos para que Él pueda preservarnos de la corrupción en el mundo.
¿Qué podemos hacer, entonces, para preservar nuestra relación con el Padre Celestial y Jesucristo a medida que procuramos honrar nuestros convenios con Ellos?
El Espíritu Santo es la fuente del testimonio y la revelación personal. Él puede guiarnos en nuestras decisiones y protegernos del peligro físico y espiritual. Por medio de Su poder, somos santificados—o apartados— a medida que nos arrepentimos,32 recibimos las ordenanzas salvadoras y guardamos nuestros convenios.
Junto con esas funciones divinas, también sabemos de otras maneras en que el Espíritu Santo bendice a los hijos de Dios; por ejemplo, Él nos ayuda a recordar.
Las Escrituras están llenas de frecuentes invitaciones a recordar. A menudo, esas invitaciones van acompañadas de promesas, declaraciones, peticiones y, en ocasiones, amonestaciones. El recordar al Señor nos permite ver Su mano con más claridad en nuestra vida, apartándonos de los riesgos y la inseguridad que conlleva el olvidarnos de Dios33. Además, el Señor nos ha dado, en Su gracia, el don del Espíritu para ayudarnos a recordarlo.
Durante la Última Cena del Salvador con Sus apóstoles, al sentirse preocupados por el camino a seguir34, Jesús les hizo esta promesa:
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho35.
Esa promesa también se extiende a ustedes y a mí, y puede manifestarse en cualquier momento y en cualquier lugar, incluso en un pasillo de su supermercado local.
¿Qué podemos hacer entonces para preservar la compañía constante del Espíritu Santo, el tercer miembro de la Trinidad, para que podamos recibir la prometida protección física y espiritual?
Mis amigos, les testifico hoy que Dios siempre está tratando de hablar con ustedes, aun cuando no puedan percibirlo. Muy a menudo, Él está tratando de decirles que los ama y que ustedes son Su prioridad. Él ha proporcionado y continuará proporcionando incontables maneras para demostrar lo mucho que nos valora y prioriza. Devolvámosle gozosamente Su amor al hacer de Él la prioridad que prevalezca en nuestras vidas y, entonces, preservemos esa relación al seguirle fielmente como Sus discípulos: aferrándonos a Su palabra, haciendo convenios con Él y guardándolos y procurando la compañía constante de Su Espíritu.
Testifico que Jesucristo es el Hijo viviente de Dios y que voluntariamente dio Su vida para salvar la nuestra y para ofrecernos el don más grande de Dios: la vida eterna. Ustedes son Su obra y Su gloria. Digo esto en el nombre de Jesucristo. Amén.
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«Dios, hallándose en medio de espíritus y gloria, porque era más inteligente, consideró propio instituir leyes por medio de las cuales los demás podrían tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho… . El tiene el poder de instituir leyes para instruir a las inteligencias más débiles, a fin de que puedan ser exaltadas como Él, y recibir una gloria tras otra». [HC 6:312, discurso en una conferencia de la Iglesia, Nauvoo, Illinois, 7 de abril de 1844; también en la Liahona, mayo de 1972].
Tracy Y. Browning, segunda consejera de la presidencia general de la Primaria de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, dio este devocional el 14 de febrero de 2023.