Como miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, creemos en Jesucristo. Somos cristianos y creemos en los relatos bíblicos del nacimiento, vida mortal y ministerio, sacrificio expiatorio, muerte, resurrección y regreso profetizado de Jesús. También creemos que, como Cabeza de Su Iglesia, Jesucristo se ha revelado a los profetas tanto en los tiempos modernos como en los antiguos.
Jesucristo nació milagrosamente de María, una virgen, en Belén de Judea. Vivió una vida sin pecado y estableció un ejemplo de sabiduría, adoración y caridad. Enseñó su Evangelio, llamó apóstoles, organizó su Iglesia y realizó milagros. Sufrió por los pecados de todos los hombres y fue crucificado. Después de tres días, resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo.
Creemos que Jesucristo es un miembro de la Trinidad, que también incluye a Dios el Padre y al Espíritu Santo. Los miembros de la Trinidad son seres distintos, pero unidos en propósito. Jesucristo es literalmente el Hijo de Dios. Aunque todos somos hijos espirituales de Dios, Jesucristo es el Primogénito en el espíritu y el Unigénito de la carne. Como tal, estaba especialmente cualificado para ser el Salvador de toda la humanidad, un papel que se le encomendó antes de la creación de la Tierra.
Todos somos hijos de Dios, y nuestro propósito en la Tierra es aprender de Él para regresar a vivir con Él. Puesto que el pecado nos hace indignos de vivir en presencia de Dios, Jesucristo realizó voluntariamente un sacrificio vicario por todos los pecados. Como Hijo de Dios y único individuo sin pecado, Él era la única persona que podía realizar este sacrificio. Su sacrificio, llamado la Expiación, hace posible que todos nosotros nos arrepintamos y volvamos a vivir con Dios. Su resurrección también hace posible que cada uno de nosotros sea resucitado, lo que significa que un día todos tendremos nuestros cuerpos y espíritus reunidos de forma perfecta, nunca más sujetos a la muerte.
Jesucristo no sólo sufrió por nuestros pecados, sino que también experimentó todo el dolor, el sufrimiento y las pruebas que afrontamos en nuestras vidas. Habiendo experimentado nuestro sufrimiento por Sí mismo, Él es capaz de comprender, consolar y fortalecernos cuando sufrimos.
Como miembros de Su Iglesia, buscamos aprender más sobre Él a través de las Escrituras, los profetas y la revelación personal. Predicamos, oramos y realizamos ordenanzas sagradas en Su nombre. Nos esforzamos por vivir el Evangelio y guardar los mandamientos que Él enseñó y por seguir el ejemplo que Él dio. Esperamos el día futuro en que Él regrese a la Tierra en gloria y reine sobre todos los pueblos. Esperamos vivir con Él, así como con Dios Padre y nuestras propias familias, eternamente.
Aunque muchos discursos de BYU testifican de Jesucristo, estos discursos se centran específicamente en aspectos de Su vida, Su Expiación y Su papel en nuestras vidas. Esperamos que al leerlos usted también pueda desarrollar y fortalecer su fe en el Salvador y su amor por Él.