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Devocional

Un discipulado devoto

Profesor de Derecho de BYU

17 de marzo de 2015

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El proceso comienza con la fe y termina con la caridad, o el amor puro de Cristo. La caridad requiere que amemos al Salvador y a todas las personas mediante el desarrollo y el dominio de Sus atributos.


Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu

Es maravilloso estar hoy aquí con ustedes. Provengo de una familia de trabajadores agrícolas inmigrantes y aprendí muchas lecciones trabajando con mis padres y abuelos en los campos, viñas y huertos de Central Valley en California. Central Valley tiene algunas de las tierras más ricas del mundo, y los granjeros informan que allí se produce el 100 por ciento de las pasas,1 el 99 por ciento de las almendras,2 y el 95 por ciento de las aceitunas3 de todo el país.

Mi vida cambió para siempre cuando dos jóvenes misioneros visitaron por primera vez nuestra casa en el Central Valley durante el invierno anterior a mi decimocuarto cumpleaños. Mi padre era experto en la “ley del barrio”, también conocida como “ley de la calle”. Se mostraba sumamente escéptico con los extraños y ferozmente protector con nuestra familia. Hace poco, mi madre me recordó la ocasión en la que él llamó a la policía porque había visto a alguien que pasaba por allí y había puesto una bomba en nuestro buzón. La policía rápidamente vino a investigar, sólo para descubrir una bolsa de galletas con chispas de chocolate. Obviamente, no estábamos acostumbrados a las bondades expresadas por los miembros de la Iglesia.

Fue uno de los milagros más grandes que he presenciado cuando mi padre permitió que los misioneros entraran en nuestro hogar. Debido a la obra de los misioneros; mi padre, mi madre, mi hermano menor, David, y yo decidimos ser miembros de la Iglesia.

Una de las primeras actividades a las que asistí después de mi bautismo fue un baile para los jóvenes de la Iglesia. No recuerdo lo que esperaba experimentar, pero cuando entré en el edificio de la Iglesia y vi a todas esas hermosas jovencitas mormonas, ¡supe que la Iglesia era verdadera!

Estoy agradecido a los misioneros que me enseñaron el evangelio de Jesucristo y a los jóvenes de la Iglesia que me dieron la bienvenida a una nueva forma de vida. Desde aquellos primeros años, mi familia y amigos, incluso varios alumnos, continúan enseñándome mucho acerca de ser un discípulo más devoto del Salvador. Hoy me gustaría compartir algunas ideas con ustedes sobre este tema.

Podando la vid

Recuerdo los días de niebla invernal en los que trabajaba preparando uvas pasas para la cosecha de la temporada siguiente. Las vides estaban llenas de brotes de la temporada anterior y necesitaban ser podadas para producir buenos frutos. Quitamos los retoños, y la madera vieja y muerta de la planta. Luego atamos la madera nueva, o vides, para guiar los alambres que se extendían entre los postes de anclaje. Las vides quedaron completamente expuestas a la luz vivificante del sol y podían producir abundante fruto para la cosecha.

Comparando las vides con nosotros mismos, debemos estar dispuestos a permitir que el Señor corte esas disposiciones, atributos y preocupaciones del mundo que nos impiden llegar a ser discípulos devotos de Jesucristo4. El Salvador es el Señor de la viña y realiza la poda. Los postes indicadores de la viña son los principios del Evangelio. Los cables guía son las Escrituras y las palabras de los profetas vivos. La luz que alumbra la vid es el Espíritu del Señor. Al permitir este proceso de poda, podemos exponer más plenamente nuestra vida a esa luz vivificante a fin de producir abundante fruto para la cosecha.

Midiendo nuestra devoción al Salvador

Hace años, el élder Neal A. Maxwell, miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, visitó nuestra estaca de Central California. Una visita de un apóstol del Señor era poco común y todos nos sentimos sumamente privilegiados de tener la visita del élder Maxwell. En ese momento, el élder Maxwell sufría de cáncer, y la dificultad de su traslado hacia y desde el púlpito era bastante evidente. Sin embargo, no se dejó vencer por su estado físico. Él nos enseñó poderosamente, con palabras y hechos, cómo podemos medir nuestra devoción al Salvador, este mensaje también lo pronunció en la conferencia general. El dijo:

Expresemos nuestra gratitud esforzándonos por llegar a ser, cualidad tras cualidad, cada vez más parecidos a Jesucristo (véase 3 Nefi 27:27). Si vivimos así, lo que tendremos no será un mero agradecimiento por Jesús, ni una modesta admiración hacia Él, sino que será una adoración a Jesús expresada en nuestro esfuerzo por llegar a ser como Él es5.

A la luz del consejo de Elder Maxwell, podríamos preguntarnos en qué punto de este proceso nos encontramos. ¿Simplemente apreciamos al Salvador? ¿Tenemos una modesta admiración por Él, o nuestra adoración personal conduce a decisiones diarias de ser más plenamente como Él?

Expresando nuestra devoción al Salvador— Siendo más como Él

El presidente Ezra Taft Benson enseñó:

Las virtudes que menciona Pedro son parte de la naturaleza divina o del carácter de nuestro Salvador. Éstas son las virtudes que tenemos que emular si deseamos ser más semejantes a Él6.

Este es el consejo de Pedro a los discípulos de todas las épocas:

Poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud;

y a la virtud, conocimiento;

y al conocimiento, templanza;

y a la templanza, paciencia;

y a la paciencia, piedad;

y a la piedad, afecto fraternal;

y al afecto fraternal, amor7.

Creo que es significativo que Pedro nos aconseje “agregar” un atributo a otro, lo cual sugiere que nuestro progreso en el sendero hacia el atributo más grande, la caridad, no se puede alcanzar sin cierto nivel de dominio de cada uno de los atributos anteriores. Me ha sido útil ver este camino como un proceso elevado en el que podemos medir nuestro progreso.

Al estudiar juntos esos atributos, ruego que el Espíritu Santo pueda enseñarnos a cada uno de nosotros dónde podemos estar a lo largo de este proceso y nos recuerde aspectos que podamos mejorar para impulsarnos hacia adelante y hacia arriba en el camino hacia un discipulado más devoto.

Fe

El primer paso en el camino hacia un discipulado devoto es ejercer fe en el poder del Salvador para elevarnos a terrenos más altos.

En mi opinión, uno de los episodios más tristes de todas las Escrituras es la historia del joven rico. Las Escrituras nos dicen que el joven rico preguntó con entusiasmo a Jesús qué tenía que hacer para conseguir la vida eterna. Era evidente que apreciaba o tal vez admiraba a Jesús. Jesús detalló los requisitos de la ley de Moisés al joven rico, quien respondió que había guardado esos mandamientos toda su vida.

Entonces, el joven le hizo al Salvador una pregunta crucial la cual se volvería la prueba de su devoción: “¿Qué más me falta?”8.

Entonces Jesús, mirándole, le amó y le dijo: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz9.

El joven rico se fue triste. Jesús le había pedido al joven rico una mayor devoción, un compromiso de guardar una ley mayor. ¿Podemos imaginarnos a nosotros mismos en una entrevista personal con el Salvador en la que Él nos pide que nos elevemos al siguiente nivel de devoción? ¿Nos iríamos tristes? ¿Tenemos fe en Su capacidad para elevarnos a terrenos más altos?

Virtud

Algo que debemos añadirle a la fe es la virtud. El Salvador dijo:

La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si es malo, también tu cuerpo está en tinieblas10.

Lo que entra en nuestros ojos puede corrompernos tanto física como espiritualmente. El tiempo que pasamos con la tecnología, así como lo que escogemos ver, pueden ser indicadores de nuestra virtud.

Hace poco Arthur C. Brooks, un reconocido científico social, escribió en el New York Times un artículo de opinión titulado “The Trick to Being More Virtuous” [El truco para ser más virtuoso].

En su artículo Brooks explicó que lo que elegimos acceder en internet dice mucho acerca de nuestros deseos y, por lo tanto, de nuestra virtud. Tomando prestada una frase de Brooks, podríamos preguntarnos: “¿Qué dirá mi siguiente clic acerca de [mí]?”11. ¿Elevará mis deseos y mi virtud?

Vivimos en la dispensación del cumplimiento de los tiempos con avances sin precedentes en la comunicación y el acceso a la información. Esto puede ser una gran bendición para nosotros y para los demás al participar en apresurar la obra del Señor. Sin embargo, el apóstol Pablo previó los tiempos peligrosos en los que viviríamos cuando dijo que muchos “siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad”12. Navegar por internet sin rumbo parece encajar en su declaración profética.

Por otro lado, el aumentar el tiempo de las Escrituras puede ayudarnos a “conocer los misterios de Dios [y nos] será permitido revelar cosas que nunca han sido reveladas13. Es fascinante contemplarlo. La oportunidad de estudiar el conocimiento secular a la luz del Evangelio es lo que hace que BYU sea un lugar único. Este tipo de aprendizaje integrado puede llevarse a cabo, y de hecho se lleva a cabo, en este campus. Consideren la bendición que pueden ser para el mundo si sus comunicaciones y su búsqueda de conocimiento se centran y tienen ese propósito en mente. El poder de nuestro entorno de aprendizaje aumenta colectivamente a medida que individualmente permitimos que “la virtud engalane [nuestros] pensamientos incesantemente”14.

Conocimiento

Y a la virtud, conocimiento. Debemos procurar diligentemente conocer y utilizar apropiadamente nuestros dones espirituales para liberar a los demás del cautiverio temporal y espiritual.

Si tienen dificultades para entender la dirección que podrían tomar con su formación académica o su carrera, los insto a estudiar cuidadosamente y comprender los dones del Espíritu. Creo que el proceso de tomar decisiones académicas y profesionales puede mejorar al descubrir y utilizar sus dones espirituales únicos. La doctrina de los dones espirituales se expone en el Nuevo Testamento, el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios, tres Escrituras canónicas distintas. Creo que esto añade significado adicional a su importancia.

Considera algunos de estos maravillosos dones:

• el don del conocimiento

• el don de la sabiduría

• el don del discernimiento

• el don de lenguas

• el don de sanar

• el don de entender la diversidad de operaciones

• el don de conocer las diferencias de administración15

Además de los dones del Espíritu, cada uno de nosotros tiene aptitudes, habilidades, capacidades y talentos únicos para ofrecer a este mundo. El élder Bruce R. McConkie enseñó:

Cuando pasamos de la preexistencia a la vida terrenal, traemos consigo los rasgos y talentos que allí se desarrollaron. . . . Y todos los hombres con sus infinitos y variados talentos y personalidades retocan el curso de progreso en el que lo dejaron cuando abandonaron los reinos celestiales16.

Mi abuelo, Carl Hernández, padre, emigró a los Estados Unidos desde México y se estableció en Central Valley en California, donde trabajó como injertador de árboles frutales. El injerto es útil para muchos propósitos, incluso proporcionar a los árboles un fuerte sistema de raíces que sea resistente a las sequías, las enfermedades, la podredumbre y las malas condiciones del suelo. El injerto también permite una mayor producción de fruto deseable.

El portainjerto, consiste en que las raíces y el tronco de un árbol, forman el fundamento del injerto. Al igual que un árbol en crecimiento, ustedes tienen un fuerte portainjerto. Su naturaleza divina como hijo o hija de padres celestiales les da el potencial de llegar a ser como Ellos. En un árbol injertado, las ramas de otro árbol, o vástagos, están conectadas a una raíz fuerte y establecida. Poseen dones, aptitudes, capacidades y talentos naturales que forman parte de su patrón. También se nos ha mandado buscar diligentemente “los mejores dones”17, así como talentos adicionales18.

Los dones y talentos adquiridos son como los vástagos que se adjuntan a nuestra raíz. El aumentar sus dones y talentos espirituales les permitirá “dar mucho fruto”19.

Los invito a adquirir un conocimiento de sus dones y talentos naturales únicos, y a buscar diligentemente y adquirir otros. La integración de sus dones espirituales en la obra que realicen en esta vida puede fortalecerlos y agregar gozo en su servicio a los demás.

Templanza

Y al conocimiento, templanza. La templanza requiere que ejerzamos autocontrol sobre el impulso de pensar, actuar o hablar de una manera que no sea compatible con el evangelio de Jesucristo.

Consideren la siguiente situación hipotética: Llegan tarde a la clase y están manejando por lo que parece ser un estacionamiento lleno en busca de un lugar. De repente aparece uno, y usted espera pacientemente a que el conductor salga del espacio, solo para que alguien venga de la dirección opuesta para tomar el lugar. La forma en la que reacciona en esta situación hipotética puede decir mucho acerca de si es una persona que actúa con templanza o no. El año pasado, una estación de televisión nacional dedicó todo un reportaje titulado “Parking Lot Wars” (Guerras de estacionamiento) para informar sobre la amplia gama de comportamientos que muestran aquellos que tienen encuentros en los estacionamientos20. Las personas han perdido vidas, extremidades y su dignidad porque no han podido templar sus pensamientos, palabras y hechos en esas circunstancias sencillas.

Nuestras reacciones diarias, sencillas o complejas, deben atemperarse al mantener siempre una perspectiva eterna en mente.

Paciencia

Y a la templanza, paciencia. Cuando era niño, mis abuelos, Ignacio y Patricia Noriega, me enseñaron pacientemente cómo recoger las aceitunas. Las aceitunas se cosechan “ordeñando” cuidadosamente cada olivo de cada rama del árbol. Es una de las labores más tediosas y trabajosas de todas las tareas agrícolas.

¡Una cosa que aprendí al principio de mi experiencia de cosechar es que las aceitunas del árbol no saben exactamente como las que se comen de las latas! El fruto es duro y extremadamente amargo. En caso de que se sientan tentados, este no es un alimento que desearían agregar a su dieta de “alimentos crudos”.

A fin de que una aceituna llegue a ser comestible, debe procesarse en una solución de lejía durante varios días a fin de evitar el sabor amargo.

Al igual que este proceso, los desafíos amargos y las disciplinas de la vida, tanto grandes como pequeños, requieren que ejerzamos paciencia, perseveremos bien y confiemos en la capacidad del Señor para limpiarnos y purificarnos. El apóstol Pablo enseñó:

Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de rectitud a los que en ella han sido ejercitados21.

Piedad

Y a la paciencia, piedad. Hace unos años, mi hermano me dio algunas de las declaraciones misionales que sus hermanos de la Rama Hanford Third, California, habían escrito. A continuación algunas líneas de esas declaraciones:

Yo quiero socorrer a los débiles, levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas.

¿Hay alguna cosa difícil para Dios?

Siempre diré: “¡Heme aquí, Señor, envíame a mí!”.

A primera vista, nada parece inusual en cuanto a esas declaraciones. Los hombres de la Rama Hanford Third, sin embargo, son los que prestan servicio en la prisión estatal de California en Avenal. Cada semana, y a veces varias veces a la semana, el presidente Ralph Morrill visitaba fielmente a los hermanos de la Rama Hanford Third. La mayoría de la sociedad considera que esos hombres no tienen esperanza, pero para el presidente Morrill no es así. Inspiró a esos hombres a escribir declaraciones misionales y a tener esperanza para el futuro. Visitó a mi hermano David en lo que sería su hora más oscura: el día en que David se enteró de que su manso y tierno hijo adolescente había perdido la vida en un acto de violencia sin sentido.

Gracias al servicio del presidente Morrill, mi hermano, David, ha transformado su vida. Desde que David salió de la cárcel hace casi tres años, ha ayudado a acercar a muchos de sus amigos al Evangelio de Jesucristo. Ha obtenido cuatro semestres de calificaciones perfectas y se graduará de la universidad comunitaria local esta primavera. Estaré allí junto con el presidente Morrill para celebrar su graduación.

El presidente Morrill ha invitado a muchos hombres de la Rama Hanford Third a dedicar su vida a prepararse para entrar en la Casa del Señor, donde “se manifiesta el poder de la divinidad”22.

Creo que el presidente Morrill ha logrado el atributo de la divinidad, que implica la capacidad de ver el potencial divino en los demás y una dedicación inquebrantable para ayudarlos a alcanzar ese potencial.

Afecto fraternal

Y a la piedad, afecto fraternal. Recuerdo un relato que contó Jon Huntsman, padre, sobre una visita que hizo al presidente Howard W. Hunter. La historia me impresionó mucho.

El hermano Huntsman decidió visitar al presidente Hunter y lo encontró enfermo. El presidente Hunter dijo que sentía un dolor terrible en su cuerpo y le pidió al hermano Huntsman que le diera una bendición de salud. Luego, el hermano Huntsman le preguntó al presidente Hunter qué pensaba que estaba causando su enfermedad. El presidente Hunter le dijo que había tenido un pensamiento desagradable en cuanto a otro hombre y que eso lo había enfermado físicamente todo el día23.

Cuando escuché esa historia por primera vez, pensé: “¡No hay esperanza para mí!”. Sin embargo, cada vez que me siento tentado a tratar a otra persona desagradablemente, trato de recordar el ejemplo de bondad fraternal del presidente Hunter.

Amor

Y al afecto fraternal, amor. Cuando yo era niño, mi abuelo Ignacio nos dio a mi hermano, David, y a mí una bicicleta usada como regalo. Rápidamente le dimos las gracias y nos apresuramos en dar un paseo de prueba al regalo. Cuando regresamos de nuestro viaje, mi madre nos pidió que fuéramos a una cabina telefónica cercana y llamáramos por teléfono a nuestro abuelo para agradecerle por la bicicleta.

Llegamos a la cabina y esperamos varios minutos para hacer la llamada. Dándonos cuenta de que la mujer que utilizaba el teléfono no se iría pronto, decidimos que sería mejor ir a otro teléfono público. Cuando subimos a la bicicleta para marcharnos, un oficial de policía llegó en su auto patrulla. La mujer inmediatamente salió de la cabina y protestó en voz alta y enfática: “Ésa es la bicicleta de mi hijo. Se la robaron hace varios meses”.

El oficial de policía preguntó dónde habíamos adquirido la bicicleta y le respondimos que la acabamos de recibir como regalo de nuestro abuelo. El oficial nos llevó a nosotros y a la bicicleta en el auto patrulla a casa, donde le pidió a mi madre que mostrara un certificado de compra de la bicicleta. Después de que mi madre llamó a mi abuelo desde el teléfono de un vecino, mi abuelo llegó y le presentó un recibo de compra de la bicicleta. El recibo indicaba que había comprado la bicicleta esa misma mañana en la subasta de la estación de policía, donde los bienes que no se habían reclamado y recuperado se vendieron.

El oficial tenía un dilema que resolver. Entregar la bicicleta a la suplicante madre o entregarnos la bicicleta a nosotros, los nuevos compradores. Estoy seguro de que han llegado a sus propias conclusiones basándose en lo que perciben que ha sido lo más justo.

El oficial devolvió la bicicleta a la mujer que había afirmado que era legítimamente de su hijo. Por supuesto que mi hermano y yo estábamos devastados. En ese momento sentí que era una grave injusticia que el oficial hubiera tomado la bicicleta y se la hubiera dado a ese extraño. Con el paso del tiempo, mi formación legal aquí en la Facultad de Derecho de BYU solo reforzó mis sentimientos en cuanto a nuestra pérdida.

Después de estudiar Derecho, volví a trabajar en la ciudad donde había ocurrido el episodio de la bicicleta, y me convertí en uno de sus abogados municipales. Irónicamente, recuerdo haber analizado y aplicado la misma ley que debería haber impedido que el agente se llevara mi primera bicicleta si la ley se hubiera aplicado correctamente.

En los últimos años he llegado a comprender la lección duradera que mi abuelo me enseñó aquel día, una lección que perdura en mi corazón más tiempo que la bicicleta. En mi mente he llegado a comprender que él debió de ver algo en el rostro de aquella madre, un cansado anhelo de compasión, que le motivó a permitir que la bicicleta fuera devuelta a su legítimo propietario.

Ese día, mi abuelo me enseñó una ley mayor, el segundo gran mandamiento: cómo amar a tu prójimo. Mi abuelo demostró y ejerció el don de la caridad para otro ser humano.

Y la caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta24.

Amando al Señor

El primer gran mandamiento requiere que amemos a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza. Permítanme compartir un breve video que muestra cómo mis hermanos y hermanas de Central Valley en California demostraron ese amor al podar vides en el día de Navidad en la viña del Señor25 [Se mostró un video].

En este caso, los miembros del Barrio hispanohablante Madera renunciaron a su Navidad debido a su amor por el Salvador, y me siento inspirado por su devoción a Él.

Fe, esperanza y caridad

El proceso comienza con la fe y termina con la caridad, o el amor puro de Cristo. La caridad requiere que amemos al Salvador y a todas las personas mediante el desarrollo y el dominio de Sus atributos. Tengan en cuenta que el dominio de cada uno de los atributos del proceso depende de nuestra comprensión y aplicación del principio de la esperanza. Debemos tener esperanza y creer que a través de Cristo podemos ser más virtuosos, instruidos, moderados, pacientes, piadosos y bondadosos.

De modo que los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios26.

Testifico que Jesucristo es el Hijo de Dios, que Él vive y que nos ama. Que podamos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para convertirnos en Sus devotos discípulos es mi oración, en el nombre de Jesucristo, amén.

© Brigham Young University. Todos los derechos reservados.

Notas

  1. The California Raisin Industry, calraisins.org/about/the-raisin-industry.
  2. Welcome to Central Valley Almond Association (CVAA), centralvalleyalmond.com.
  3. About the Olive Industry, calolive.org/our-story/about-olive-industry.
  4. Véase, por ejemplo, Jacob 5.
  5. Neal A. Maxwell, “Desde El Principio,” Conferencia General, Octubre 1993, 20; énfasis agregado.
  6. Ezra Taft Benson, «Godly Characteristics of the Master», Ensign, noviembre de 1986, pág. 45.
  7. 2 Pedro 1:5–7.
  8. Mateo 19:20.
  9. Marcos 10:21.
  10. Lucas 11:34.
  11. Arthur C. Brooks, «The Trick to Being More Virtuous», Opinion Pages, New York Times, 27 de noviembre de 2014.
  12. 2 Timoteo 3:7.
  13. Alma 26:22.
  14. DyC 121:45.
  15. Véase DyC 46.
  16. Bruce R. McConkie, The Mortal Messiah: From Bethlehem to Calvary,4 vols. (Salt Lake City: 1979–81), 1:25; véase también la pág. 23.
  17. DyC 46:8.
  18. Véase Mateo 25:21.
  19. Juan 15:8.
  20. Véase «Parking Lot Wars», 20/20, ABC News, 25 de abril de 2014.
  21. Hebreos 12:11.
  22. DyC 84:20.
  23. Véase Jon Huntsman, padre, «Lifting Others», Clark Memorandum, primavera de 2006, págs. 22–23.
  24. Moroni 7:45.
  25. See Madera Miracle,23 de diciembre de 2011, ldsphilanthropies.org/humanitarian-services/news-features/madera-miracle.html.
  26. Éter 12:4.
Carl Hernández III

Carl Hernández III era profesor asociado de la Facultad de Derecho J. Reuben Clark de BYU cuando impartió este devocional el 17 de marzo de 2015.