Dale G. Renlund
del Cuórum de los Doce Apóstoles
Ashley, la única hija de Dale Gunnar y Ruth Lybbert Renlund, dice que su padre “tiene un gran corazón” que está “lleno de amor”. Cardiólogo de profesión, el impresionante conocimiento del élder Renlund sobre el corazón solo es opacado por su fuerza y su compasión. Cuando trabajaba como médico, sus compañeros no podían dejar de notar la singular preocupación que tenía por ellos y por sus familias, así como su voluntad de ir mucho más allá de la norma en el cuidado de sus pacientes. En su “carrera extraordinariamente satisfactoria”, dice Dale G. Renlund, “uno aprende a preocuparse por las personas y a resolver problemas”, rasgos que bendecirían su vida y la de otras personas de muchas maneras.
Familia y Educación
Aunque nació en Salt Lake City, Utah (el 13 de noviembre de 1952), Dale y sus hermanos crecieron hablando sueco, la lengua materna de sus padres. De Suecia y Finlandia, habían emigrado valientemente desde Estocolmo a Utah, a pesar de que apenas hablaban inglés y tenían muy poco apoyo, para poder sellarse en el templo. Ese legado se fortaleció con tres años de vivir en Suecia mientras el padre de Dale, un carpintero diestro, servía en una misión de construcción para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Allí, los niños no solo fueron educados en una escuela de habla sueca, sino que Dale tuvo una de sus primeras experiencias educativas con el Libro de Mormón gracias al desafío de un líder de los jóvenes de estaca. Dale leyó el libro y luego oró al respecto, recibiendo un testimonio personal e innegable de su veracidad. Ese testimonio se vio acrecentado por el papel central de las Escrituras en el hogar de los Renlund.
Las relaciones con Suecia continuaron cuando Dale Renlund fue llamado a servir allí como misionero en 1972, en la misma misión que su hermano. Cuando regresó a casa, asistió a la Universidad de Utah, donde obtuvo su licenciatura en química y su título en medicina. Allí también conoció a Ruth Lybbert. Él aún recuerda lo devastador que fue invitarla a salir y ser rechazado. En su versión de la historia, ella estaba encantada de que él la invitara a salir, pero simplemente tenía un compromiso de tiempo que se lo impedía. Sin embargo, desde ambas perspectivas, hay gratitud por haber tenido el valor de intentarlo de nuevo unos meses después. Dale y Ruth Renlund se casaron en 1977 en el Templo de Salt Lake; lo cual fue el comienzo de un equipo verdaderamente extraordinario.
Carrera y Servicio a la Iglesia
Su trabajo en equipo fue requerido de inmediato. Después de obtener su maestría, el élder Renlund continuó su capacitación haciendo una residencia en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, Maryland. En su tercer año de residencia, fue llamado a ser obispo de una congregación recién formada. Prestó servicio en ese cargo durante tres años, lo cual les hizo envejecer a él y a su esposa diez años más, según él, pero “resultó ser una experiencia gloriosa”. Más tarde sirvió como presidente de estaca, otro llamamiento que lo preparó para ser Autoridad General.
Como cardiólogo, Elder Renlund se especializó en insuficiencia cardíaca y trasplante de corazón. Aceptó un puesto como profesor en su alma mater; también se desempeñó como director médico del Programa de Trasplante Cardíaco de UTAH. Durante esa época ya de por sí ocupada, su familia experimentó una prueba que, según él, “cambió el curso de [su] vida”; a la hermana Renlund se le diagnosticó un cáncer de ovario. Su batalla requirió dos cirugías y nueve meses de quimioterapia; mientras tanto, el pronóstico era incierto. El élder Renlund sintió que su alma se ensanchaba al esforzarse por cuidarla a ella y a su pequeña hija, y admiraba la fortaleza y la fe que ella conservaba. “Ella es mi heroína”, dice él.
Ruth no solo soportó la prueba, sino que decidió estudiar derecho para distraerse de ello. Ella se destacó, y su carrera culminó al convertirse en la presidenta de su bufete de abogados y miembro de varias juntas prominentes. Su esposo reconoció que el “sacrificio más grande” era suyo cuando ambos dejaron sus profesiones para aceptar un llamamiento a servir en la Presidencia del Área África Sudeste. Allí ellos fueron “instruidos por los santos en cuanto a lo que realmente importa”. En una experiencia memorable, el élder Renlund pidió a una congregación de santos del Congo que le contaran de los desafíos que afrontaban porque él quería ser de ayuda. Un hermano respondió: “¿Cómo podemos tener desafíos? Tenemos el evangelio de Jesucristo”. Los Renlund llegaron a amar profundamente a los santos de África: “No tienen nada, pero lo tienen todo”.
En 2009, el élder Renlund fue llamado como miembro de los Setenta. Seis años después, en octubre de 2015, aceptó el llamamiento de servir en el Cuórum de los Doce Apóstoles. “Dondequiera que esté el punto óptimo entre apoplético y catatónico, ahí es donde estaba yo”, menciona; pero después de su reacción inicial al llamamiento, vino la seguridad de que el Señor —y su familia— lo sostendrían. Su testimonio del amor del Salvador es una fuerza poderosa en la Iglesia: “Debemos reconocer que el Salvador ayuda a todos. Los santos son pecadores que siguen intentándolo. Hay algo especial en ver a las personas como el Padre Celestial las ve: como un amado hijo o hija de padres celestiales y, como tal, con potencial divino. Todo verdadero discípulo debe suplicar por el amor puro de Cristo, que Él da. Dios es muy consciente de las personas, y el estatus no importa. La fe y la esperanza es lo que importa. Él conoce a Sus hijos individualmente”.