El amor y las leyes de Dios
Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
17 de septiembre de 2019
Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
17 de septiembre de 2019
Debido a que el Padre y el Hijo nos aman con un amor infinito y perfecto, y a causa de que saben que no podemos ver todo lo que Ellos ven, nos han dado leyes que nos guiarán y protegerán.
Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu
Mis queridos hermanos y hermanas, Wendy y yo hemos esperado con anhelo estar con ustedes hoy. Hace solo unos días regresamos de una asignación internacional y ahora estamos en la etapa final de preparación para la conferencia general. Pero no hay ningún otro grupo con el que preferiríamos estar hoy que con ustedes.
Deseo analizar cinco verdades que me siento inspirado a compartir con ustedes.
Verdad número uno: Ustedes son hijos e hijas de Dios.
Ustedes ya lo saben. Lo han cantado desde que eran pequeños. Pero permítanme aclarar una característica distintiva de su identidad. Ustedes son los hijos que Dios escogió para formar parte de Su batallón durante este gran punto culminante de la larga batalla entre el bien y el mal, entre la verdad y el error. No me sorprendería si, al levantarse el velo en la próxima vida, nos enteráramos de que ustedes en realidad suplicaron al Padre Celestial que los reservara para este momento. No me sorprendería enterarme de que en la vida preterrenal amaban tanto al Señor que le prometieron defender Su nombre y Su evangelio durante las tumultuosas escenas finales de este mundo. Una cosa es segura: Ustedes son de la casa de Israel y han sido enviados aquí para ayudar a recoger a los escogidos de Dios.
Verdad número dos: La verdad es la verdad.
Algunas cosas simplemente son verdaderas. El árbitro de la verdad es Dios, no sus fuentes de noticias favoritas en las redes sociales, ni Google, ni mucho menos aquellos que están alejados de la Iglesia.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó que la verdad absoluta no puede ser “alterada por las opiniones de los hombres… Si los hombres son realmente humildes, se darán cuenta de que descubren, pero no crean, la verdad”1.
Muchos afirman ahora que la verdad es relativa y que no hay tal cosa como una ley o un plan divinos. Tal afirmación simplemente no es cierta. Hay una diferencia entre el bien y el mal. La verdad se basa en las leyes que Dios ha establecido para la fiabilidad, la protección y el cuidado de Sus hijos. Las leyes eternas obran e influyen en cada una de nuestras vidas, ya sea que las creamos o no.
Verdad número tres: Dios nos ama a cada uno con amor perfecto.
Más que nada, nuestro Padre desea que Sus hijos elijan regresar a casa con Él. Ese anhelante deseo motiva todo lo que Él hace. La única razón por la que estamos en esta tierra es para hacernos merecedores de vivir con Él para siempre. Nos hacemos merecedores al usar nuestro albedrío para encontrar y permanecer en la senda de los convenios que conduce de regreso a nuestro hogar celestial.
Dios sabía que, debido a las tácticas y trampas engañosas del adversario, no sería fácil encontrar la senda de los convenios ni mantenerse en ella. De modo que envió a Su Hijo Unigénito para expiar por nosotros y mostrarnos el camino. El poder divino disponible para todos los que aman y siguen a Jesucristo es el poder para sanarnos, fortalecernos, limpiarnos del pecado y magnificarnos para hacer cosas que nunca podríamos hacer por sí solos. Nuestro Salvador es el Divino Ejemplo que marcó la senda que debemos seguir.
Debido a que el Padre y el Hijo nos aman con un amor infinito y perfecto, y a causa de que saben que no podemos ver todo lo que Ellos ven, nos han dado leyes que nos guiarán y protegerán.
Existe una fuerte conexión entre el amor de Dios y Sus leyes. He llegado a ver la importancia de esa conexión y el poder de la ley divina. Dos experiencias pueden ilustrarlo.
La primera experiencia es ser padre. Soy un agradecido padre de nueve hijas y un hijo. Los amo con todo mi corazón. A medida que nuestros hijos crecían, su madre y yo establecimos reglas familiares para mantenerlos a salvo y facilitar su crecimiento. A nuestros hijos no siempre les gustaban las reglas ni las entendían, pero debido a que los amábamos, estábamos dispuestos a hacer todo lo posible para guiarlos y protegerlos.
Por mucho que amo a mis hijos, solo puedo imaginar cuánto nos ama Dios a cada uno de nosotros, ¡porque Su amor por nosotros es infinito! El apóstol Pablo enseñó que:
ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro2.
Así como a las reglas que mi esposa y yo establecimos para nuestros hijos las motivaba el amor, las leyes de Dios reflejan Su amor perfecto por cada uno de nosotros. Sus leyes nos mantienen espiritualmente seguros y nos ayudan a progresar eternamente.
La segunda experiencia mediante la cual llegué a ver el poder de la ley divina ocurrió durante mi carrera como médico e investigador científico.
Después de graduarme de la facultad de medicina, seguí estudios avanzados en cirugía. En aquella época no existía la cirugía de corazón. Luego me asocié con otros investigadores en la abrumadora tarea de hacer una máquina de corazón y pulmón artificiales. Sabíamos que un aparato así posiblemente podría mantener la circulación del cuerpo mientras se hacían reparaciones en el corazón. Pero durante esa primera época, había mucho que no sabíamos.
Entonces, un día, dos verdades expresadas en Doctrina y Convenios llegaron a mi mente inquisitiva. Esas verdades eran, primero, que todas las bendiciones se basan en la obediencia a la ley3 y, segundo, que a cada reino se le ha dado una ley4.
Bueno, razoné que, si cada reino tiene una ley, debe haber leyes que gobiernen el corazón palpitante. Estaba decidido a descubrir esas leyes y obedecerlas. Al hacerlo, vendrían bendiciones y se podrían salvar vidas.
En la facultad de medicina me habían enseñado que si uno tocaba el corazón que latía, este dejaba de latir. Sin embargo, una de las primeras leyes que descubrimos en el laboratorio fue que podíamos tocar el corazón de un animal sin perder sus latidos. Este hallazgo abrió la puerta más tarde al descubrimiento de otra ley que hizo posibles operaciones a corazón abierto más complejas.
Aprendimos que, si añadíamos cloruro de potasio a la sangre que fluye hacia las arterias coronarias, alterando así la proporción normal de sodio/potasio, el corazón dejaba de latir instantáneamente. Luego, cuando nutríamos el corazón con sangre que tenía una proporción normal de sodio/potasio, el corazón volvía a su patrón de latido normal. Literalmente, podíamos apagar el corazón el tiempo suficiente para repararlo y luego volver a encenderlo.
Décadas más tarde, cuando expliqué esto a un grupo de estudiantes de medicina, un destacado profesor preguntó: “Pero ¿qué pasa si eso no funciona?”. ¿Mi respuesta? Siempre funciona, porque se basa en la ley divina.
¡La ley divina es indisputable! Lo mismo puede decirse de la ley de la gravedad y de las leyes de la aerodinámica que permiten volar a los aviones. Cada una de ellas es una verdad absoluta. Los médicos o los pilotos no tienen el poder de cambiar esas leyes, pero su comprensión de ellas salva vidas.
Mis queridos hermanos y hermanas, las leyes divinas son dones de Dios para Sus hijos. Así como las reglas de nuestra familia mantuvieron a nuestros hijos a salvo mientras crecían hasta la edad adulta, así como las leyes divinas que gobiernan el corazón y el vuelo de los aviones los mantienen a salvo en una mesa de operaciones o mientras viajan, el seguir las leyes de Dios los mantendrá a salvo a medida que progresen hacia la exaltación final. Permítanme decirlo de la manera más breve posible: Al acatar las leyes de Dios, están progresando hacia la exaltación.
El profeta José Smith enseñó que Dios “institu[yó] leyes por medio de las cuales … [podríamos] tener el privilegio de avanzar como Él lo había hecho”5. Las bendiciones más grandes de Dios están reservadas para aquellos que obedecen Sus leyes, tal como Él explicó: “Porque todos los que quieran recibir una bendición de mi mano han de obedecer la ley que fue decretada para tal bendición”6. Las leyes de Dios están motivadas exclusivamente por Su infinito amor por nosotros y Su deseo de que lleguemos a ser todo lo que podemos llegar a ser.
Verdad número cuatro: El Señor Jesucristo, a quien pertenece esta iglesia, nombra profetas y apóstoles para comunicar Su amor y enseñar Sus leyes.
El evangelio de Jesucristo está “edificado sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”7.
Cada uno de los Apóstoles del Señor está en condiciones de observar y sentir el amor que el Padre Celestial tiene por Sus hijos, en particular por aquellos que están pasando dificultades. Él se preocupa profundamente por aquellos que se han desviado de la senda de los convenios, especialmente cuando temen que no haya vuelta atrás.
Mis queridos jóvenes amigos, siempre hay una manera de regresar. Jesucristo (y Su evangelio) es el camino. Ustedes no han cometido ningún pecado tan grave que los aleje más allá del alcance del amor y la gracia expiatoria del Salvador. A medida que tomen pasos para arrepentirse y seguir las leyes de Dios, empezarán a sentir que tanto el Padre Celestial como Jesucristo los quieren de regreso a casa con Ellos. Ellos quieren que sean felices. Ellos harán todo lo que esté en Su poder que no infrinja el albedrío de ustedes o Sus leyes para ayudarles a regresar. ¡Cuánto valoro el privilegio de sentir Su amor por ustedes!
A veces, a nosotros, como líderes de la Iglesia, se nos critica por aferrarnos firmemente a las leyes de Dios, por defender la doctrina del Salvador y por resistir las presiones sociales de nuestros días. Pero nuestra comisión como apóstoles ordenados es “ir por todo el mundo a predicar [Su] evangelio a toda criatura”8. Eso significa que se nos manda enseñar la verdad.
Al hacerlo, a veces se nos acusa de ser poco compasivos cuando enseñamos los requisitos del Padre para la exaltación en el Reino Celestial. Sin embargo, ¿no seríamos mucho menos compasivos si no dijéramos la verdad, si no enseñáramos lo que Dios ha revelado?
Es precisamente porque sí nos importan profundamente todos los hijos de Dios que proclamamos Su verdad. Es posible que no siempre le digamos a las personas lo que quieren escuchar. Los profetas rara vez son populares, pero ¡siempre enseñaremos la verdad!
Mis queridos jóvenes amigos, la exaltación no es fácil. Los requisitos incluyen un esfuerzo centrado y persistente en guardar las leyes de Dios, y un arrepentimiento riguroso cuando no lo hacemos. Pero la recompensa por hacerlo es mucho mayor de lo que podamos imaginar, porque nos trae gozo aquí e “interminable felicidad”9 en la vida venidera.
Nuestra comisión como Apóstoles es enseñar solamente la verdad. Esa comisión no nos da la autoridad para modificar la ley divina.
Por ejemplo, consideremos la definición del matrimonio. En los últimos años, muchos países, entre ellos Estados Unidos, han legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Como miembros de la Iglesia, respetamos las leyes terrenales y las acatamos, incluyendo la del matrimonio civil. No obstante, la verdad es que en el principio—desde el principio—¡el matrimonio fue ordenado por Dios! Y hasta el día de hoy, Él define el matrimonio como un acto entre un hombre y una mujer. Dios no ha cambiado Su definición del matrimonio.
Dios tampoco ha cambiado Su ley de castidad. Los requisitos para entrar en el templo no han cambiado. Y nuestro deseo de que haya amor en el hogar y armonía entre padres e hijos no ha cambiado.
Aunque nosotros, los de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles, no podemos cambiar las leyes de Dios, sí tenemos el mandato de “edificar la iglesia y regular todos los asuntos de ella en todas las naciones”10. De ese modo, podemos ajustar las normas cuando el Señor nos lo indique. Ustedes han visto ejemplos de este tipo recientemente. Debido a que la Restauración está en pleno desarrollo, los cambios en las normas seguramente continuarán11.
Tal vez pueda ilustrar esto mediante ajustes en las normas con respecto a quienes se identifican como lesbianas, gays, bisexuales o transgénero (LGBT) y sus hijos. (Me doy cuenta de que se podrían agregar otras iniciales a este acrónimo, pero LGBT debería ser suficiente para los propósitos de este mensaje.)
Consideren la norma anunciada en noviembre de 2015 relacionada con el bautismo de niños con padres LGBT. Nuestra preocupación en ese entonces, una que discutimos extensamente y sobre la que oramos fervientemente durante un largo período de tiempo, era encontrar una manera de reducir las fricciones entre los padres homosexuales y sus hijos.
Debido a que los padres son los principales ejemplos para sus hijos, no queríamos poner a los niños pequeños en la posición de tener que elegir entre las creencias y el comportamiento que aprendieron en el hogar y lo que se les enseñó en la Iglesia. Queríamos facilitar la armonía en el hogar y evitar que los hijos y los padres se enfrentaran entre sí. Por eso, en 2015 se aprobó la norma para ayudar a los niños y a sus padres en esta circunstancia; es decir, que los niños criados por padres LGBT no recibirían aprobación automática para bautizarse a la edad de ocho años. Las excepciones a esta norma requerirán la aprobación de la Primera Presidencia.
La Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce han seguido buscando la guía del Señor y suplicándole a favor de Sus hijos que se vieron afectados por la norma de 2015. Sabíamos que esa norma creaba preocupación y confusión para algunos, y dolor para otros. Eso nos entristeció. Cada vez que los hijos y las hijas de Dios lloran, por las razones que sean, nosotros lloramos. De modo que nuestras súplicas al Señor continuaron.
También tomamos nota de los padres LGBT que solicitaron permiso a la Primera Presidencia para que sus hijos se bautizaran. En casi todos los casos en los que los padres LGBT aceptaron enseñar a sus hijos sobre el convenio del bautismo y apoyarlo, se les concedió la excepción solicitada.
Como resultado de nuestra súplica continua, recientemente sentimos la impresión de ajustar la norma de tal manera que el bautismo de niños con padres LGBT puedan autorizarlo los obispos sin la aprobación de la Primera Presidencia, si los padres que tienen la custodia solicitan el bautismo y entienden que a sus hijos se les enseñará acerca de los convenios sagrados que se deben hacer al bautizarse.
También decidimos que los padres LGBT pueden solicitar que un bebé reciba un nombre y una bendición de alguien que posea dignamente el Sacerdocio de Melquisedec. Es importante que estos padres entiendan que los miembros del barrio se pondrán en contacto con ellos periódicamente y que cuando un niño que ha sido bendecido llegue a los ocho años de edad, los líderes locales recomendarán que el niño se bautice.
Por último, también aclaramos que la inmoralidad homosexual sería tratada a los ojos de la Iglesia de la misma manera que la inmoralidad heterosexual.
Aunque a algunos no les haya parecido así, los ajustes de las normas de 2015 y 2019 en cuanto a este asunto fueron motivados por el amor: el amor de nuestro Padre Celestial por Sus hijos y el amor de las Autoridades Generales por aquellos a quienes servimos.
Debido a que sentimos la profundidad del amor de Dios por Sus hijos, nos preocupamos profundamente por cada hijo de Dios, independientemente de su edad, circunstancias personales, género, orientación sexual u otros desafíos únicos.
Ahora, la quinta verdad: Pueden saber por sí mismos lo que es verdadero y lo que no lo es al aprender a discernir los susurros del Espíritu. “Porque el Espíritu habla la verdad, y no miente… Habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán”12.
Queridos hermanos y hermanas, les ruego que busquen encarecidamente una confirmación del Espíritu de que lo que les dije es cierto y proviene del Señor. Él ha declarado que podemos buscar conocimiento en los cielos y esperar recibirlo: “Si pides”, prometió el Señor, “recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento”13.
Pregúntenle a su Padre Celestial si realmente somos los apóstoles y profetas del Señor. Pregunten si hemos recibido revelación sobre este y otros asuntos. Pregunten si estas cinco verdades son, de hecho, verdaderas.
Ahora, en mi calidad de presidente de la Iglesia, invoco una bendición sobre ustedes para que sean capaces de discernir entre el bien y el mal, entre las leyes de Dios y las voces contradictorias del mundo. Los bendigo con el poder para detectar los engaños del adversario. Los bendigo con mayor capacidad para recibir revelación. Y los bendigo para que puedan sentir el alcance infinito del amor perfecto de Dios por ustedes.
Los bendigo y expreso mi amor por ustedes, junto con mi testimonio de que esta es la Iglesia del Señor y que Él preside y guía todo lo que hacemos, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.
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Notas
1. Spencer W. Kimball, “Absolute Truth”, discurso pronunciado en un devocional de BYU, 6 de septiembre de 1977; cursivas del original.
2. Romanos 8:38–39.
3. Véase D. y C. 130:21.
4. Véase D. y C. 88:38.
5. Joseph Smith, HC 6:312 (7 de abril de 1844); citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph Smith, 2007, 221
6. D. y C. 132:5.
7. Efesios 2:20.
8. D. y C. 18:28.
9. Mosíah 2:41.
10. D. y C. 107:33.
11. “Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios” (Artículos de Fe 1:9).
12. Jacob 4:13.
13. D. y C. 42:61.
Russell M. Nelson, presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pronunció este discurso devocional el 17 de septiembre de 2019.