Necesitamos una investidura
Profesor asociado de historia y doctrina de la Iglesia
5 de abril de 2022
Profesor asociado de historia y doctrina de la Iglesia
5 de abril de 2022
«A medida que actuamos con fe, Dios promete investirnos verdaderamente con Su poder, sí, el poder necesario para vencer los desafíos espirituales de nuestros días a fin de poder entrar en la presencia de Dios y recibir la plenitud de las bendiciones de la exaltación».
Tenemos la intención de modificar la traducción cuando sea necesario. Si tiene alguna sugerencia, escríbanos a speeches.spa@byu.edu
Estoy sumamente agradecido y me llena de humildad estar con ustedes y tener la oportunidad de hablar en este último devocional del semestre. Esta invitación es especialmente significativa para mí porque tengo tres miembros de mi familia inmediata que actualmente son estudiantes en BYU: una hija de primer año y una de segundo año; la tercera alumna es mi esposa Cindy, que se va a graduar en unas pocas semanas con su maestría del Colegio de Negocios Marriott de BYU. Estoy muy orgulloso de ella, y la amo con todo mi corazón y mi alma, y por eso la llamo cariñosamente mi “Sweat-heart” (un juego de palabras con el apellido ‘Sweat’ y la palabra inglesa para ‘cariño’).
Hoy quiero hablar con cada uno de ustedes como si fueran miembros de mi propia familia sobre un tema de gran importancia, y ruego que el Espíritu pueda estar con nosotros al hacerlo.
Tengo la fortuna de que una parte importante de mi trabajo en el campus es enseñar el curso de religión llamado Fundamentos de la Restauración. Me encanta enseñar esa clase y me encanta explorar el maravilloso Evangelio restaurado con muchos de ustedes. Tengo una pequeña tradición de llamada y respuesta que me gusta hacer con mis alumnos al final de cada clase.
Al prepararse para partir, les hago una llamada: “¡La Restauración continúa!”.
Y cuando les señalo, ellos responden al unísono: “¡Continuemos en ella!”.
Pero todos sabemos que continuar en la Restauración continua es más fácil de decir que de hacer, especialmente en nuestros días. Vivimos en una época maravillosa pero difícil, una que creo que analizarán los futuros historiadores como una de las épocas más espiritualmente difíciles en la historia de la Iglesia restaurada. Y no solo para nuestra iglesia. Hay abundante evidencia de que la fe en la religión organizada en general se está disminuyendo notablemente, especialmente en los Estados Unidos. Un estudio reciente del Centro de Investigaciones Pew reveló que mientras que en el 2007 solo el 16 por ciento de los estadounidenses no tenía afiliación religiosa, hoy en día es el 29 por ciento. De hecho, la afiliación religiosa de más rápido crecimiento en los Estados Unidos es la de no tener ninguna afiliación religiosa1. Y gran parte del crecimiento de los no religiosos ha provenido de las generaciones jóvenes. El Centro de Investigación Pew informó que los jóvenes adultos son menos propensos a identificarse con una religión que los adultos mayores, en particular en Norteamérica y Europa2.
Las personas han dejado la fe y regresado a la fe en todas las generaciones y dispensaciones, pero lo que es notable es el ritmo al que parece que está sucediendo en este momento y lo mucho que escuchamos al respecto debido a los canales sociales ampliados. Hoy en día, perder la fe se siente rápido y fuerte.
Entonces, ¿cómo podemos afrontar los desafíos espirituales de nuestros días y continuar en la Restauración continua? Aunque no creo que haya una sola respuesta fácil para resolver cada asunto importante y complejo relacionado con los desafíos modernos de la fe, sí creo que hay algo que puede empoderarnos para navegar y superar con éxito las pruebas actuales que enfrentamos si lo entendemos mejor, lo buscamos y lo recibimos.
¿Quieren saber qué es? ¡Bien!
Para hacerlo, debemos regresar al año 1835 en Kirtland, Ohio. Cierren los ojos y recorran mentalmente sobre algunos caminos de tierra. Pónganse su gorro pionero o crezcan su barba, e imaginen que están en una reunión en la que el Profeta José Smith está enseñando al recién formado Cuórum de los Doce Apóstoles. A diferencia del cuórum actual, este primer grupo era relativamente joven e inexperto en la Iglesia. El apóstol de mayor edad solo tenía treinta y cinco años, y cuatro de los apóstoles tenían poco más de veinte años, una edad similar a la de muchos de ustedes estudiantes que están aquí hoy. Ahora bien, tal vez piensen que todo era genial espiritualmente en esta época de la historia de los Estados Unidos y de la Iglesia. El Templo de Kirtland estaba casi terminado y los conversos acudían en multitudes a Ohio. Suena bastante bien, ¿verdad? Bueno, piénsenlo de nuevo. En las palabras registradas de su sermón a los Doce, José señaló que “las tinieblas prevalecen en este momento tal como en el momento en que Jesucristo estaba a punto de ser crucificado”3.
¿Eso suena familiar?
Entonces José procedió a instruirles en cuanto a algo que dijo que estaba “concebido para unir nuestros corazones. . . para que nuestra fe sea fuerte, de modo que Satanás no pueda derribarnos ni tener poder sobre nosotros”4.
¿Qué era eso?
Me imagino que dijo la siguiente frase de manera enfática y directa, expresando lo que sentía que era necesario para vencer los desafíos espirituales de su época. El Profeta dijo: “Necesitan una investidura . . . a fin de que esten preparados y que puedan vencer todas las cosas”5.
Esa fue la clave para ellos, y creo que puede ser la clave para nosotros.
¡Necesitamos una investidura!
Tengamos cuidado aquí para no malinterpretar. Cuando piensan en la palabra investidura, ¿qué se les viene a la mente? ¿Qué es lo que ustedes imaginan? Es probable que muchos de ustedes imaginen una ceremonia del sacerdocio en el templo. Eso es normal porque usualmente así usamos la palabra. Pero si puedo, deseo cambiar nuestro modo de pensar para entender la investidura de una manera un poco diferente. Cuando José Smith dijo que necesitamos una investidura para superar los desafíos espirituales que afrontamos, él no solo decía que necesitamos una ceremonia religiosa. Lo que quiso decir fue que necesitamos una investidura de poder espiritual, o un don celestial de conocimiento, experiencia, aptitudes y capacidad divinos6. Así es como él y las Escrituras a menudo describían la investidura, como un otorgamiento celestial de poder espiritual7.
Para decirlo de otra manera, hay una diferencia entre la investidura y la presentación de la investidura. La investidura es un poder divino y la presentación de la investidura es una ceremonia religiosa autorizada para facilitar ese poder. Si podemos entender solo ese concepto, creo que nuestro tiempo juntos hoy habrá valido la pena.
El Señor reveló que “en [las] ordenanzas [del sacerdocio] se manifiesta el poder de la divinidad” (Doctrina y Convenios 84:20). Otras palabras para manifestar son presentar o mostrar. Las ordenanzas manifiestan, o nos presentan, oportunidades de convenio únicas para acceder al poder que Dios está ofreciendo, pero recibimos y mantenemos ese poder mediante una vida recta (véase Doctrina y Convenios 121:41–46).
A veces, cuando las personas participan en la ceremonia de la investidura del templo, quizás no la entiendan al principio o tal vez no se sientan muy diferentes después de salir del templo que antes de entrar. Pero no se nos inviste completamente con poder en unas pocas horas. Si entendemos que la investidura es una capacidad espiritual, entonces necesitamos desarrollar esa capacidad con el tiempo mediante la búsqueda fiel del entendimiento y la vivencia diligente de los conceptos y los convenios presentados en la ceremonia de la investidura del templo.
Entonces, si se nos promete que podemos “[ser] investidos con poder de lo alto” (Doctrina y Convenios 38:32) por medio del templo, ¿cuál es ese poder y cómo se manifiesta? ¿Qué nuevo o mayor poder y capacidad podemos tener que de otro modo no tendríamos? Al prepararme para este devocional, he hecho estas preguntas a muchas personas, y me han conmovido las respuestas profundas que he escuchado, pero también me ha descorazonado un poco la incapacidad de algunos de dar tan siquiera una sola respuesta. Si no sabemos qué poder se manifiesta, ¿cómo podemos centrarnos en él y esforzarnos por alcanzarlo?
Doctrina y Convenios 107 ofrece un gran resumen general de algunos de los poderes que reciben aquellos que están investidos:
[Ellos tienen] el privilegio de recibir los misterios del reino de los cielos, ver abiertos los cielos, comunicarse con la asamblea general e iglesia del Primogénito, y gozar de la comunión y presencia de Dios el Padre y de Jesús, el mediador del nuevo convenio. [Doctrina y Convenios 107:19; véase también versículo 18]
En palabras más sencillas, al recibir y vivir las ordenanzas y los convenios del templo, podemos tener mayor poder para recibir revelación, para invocar a los cielos y ser oídos, para tener la ayuda del prometido ministerio de ángeles y para llegar a conocer realmente a nuestro Salvador Jesucristo y a Dios nuestro Padre de maneras muy personales.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Los conceptos y los convenios de la ceremonia de la investidura del templo establecen un modelo de vida divina para ayudar a llevar a cabo estos y otros poderes espirituales. El templo es una “escuela de los profetas” moderna en la que entramos en una orden de futuros sacerdotes y sacerdotisas por medio de convenios. Al participar en la ceremonia de la investidura del templo, experimentamos y recreamos un viaje ascendiente simbólico que nos eleva a cada uno de nosotros, como personas caídas, al enseñarnos sobre el gran plan de redención, empoderarnos mediante el conocimiento y los convenios, y finalmente llevarnos a la presencia de Dios para llegar a ser herederos de la vida eterna. La ceremonia sugiere crecimiento y progreso de gloria a gloria a medida que aumentamos en luz y verdad, y hacemos convenios del sacerdocio para guiarnos en vivir una vida santa.
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó:
… establecemos modelos de vida cristiana que comprenden la obediencia, el hacer sacrificios para guardar los mandamientos, amarnos unos a otros, ser castos en pensamiento y hechos, y dar de nosotros mismos para edificar el reino de Dios. Mediante la expiación del Salvador y al seguir estos modelos básicos de fidelidad, recibimos “poder de lo alto” para afrontar los desafíos de la vida. Necesitamos ese poder divino hoy más que nunca 8.
O, en las palabras más recientes del presidente Russell M. Nelson: “…al guardar nuestros convenios, [Dios] nos inviste de Su poder . . . Y cuánto necesitaremos Su poder en los días venideros”9.
Para mostrar cómo los principales convenios del templo pueden facilitar el poder espiritual que tan desesperadamente necesitamos, voy a describir cinco desafíos que podríamos afrontar al continuar en la Restauración y cómo los cinco convenios del templo pueden abordarlos. Estos cinco convenios del templo han sido publicados por la Iglesia en muchos lugares, y los líderes de la Iglesia nos animan a entenderlos10. Ahora, regresemos al presente. Quítense mentalmente el gorro pionero o aféitense esa barba, y veamos cómo esos convenios pueden empoderarnos para hacer frente a algunos de los desafíos que afrontamos hoy en día.
Vivimos en una época que casi adora la individualidad, resaltada por el profundo eslogan filosófico moderno de “¡Oye, tú haz lo tuyo!”. Somos alimentados a la fuerza día y noche a través de las redes sociales, mercadotecnia masiva y agendas políticas con mensajes bien intencionados, tales como “Sigue tu propio camino”, “No dejes que nadie te diga qué hacer”, “Sé independiente” y “Hazlo a tu manera”. Estos mensajes autoafirmativos, pero egocéntricos, pueden ser útiles en pequeñas dosis, dada la situación, pero consumidos al ritmo de la sociedad actual, es posible que estemos teniendo una sobredosis de ego.
El teólogo cristiano George MacDonald llamó la actitud de ser “mi propio rey y mi propio súbdito. . . haciendo cualquier cosa que se me incline a hacer, sin importar de donde venga la inclinación” uno de los “principios del infierno”11. ¿Por qué? Porque contrasta tan marcadamente con la continua sumisión perfecta de Jesús a Dios, definida por “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Mientras una frase común y repetida hoy en día podría ser “Tú haz lo tuyo”, el llamado del convenio que hace Cristo es: “Sé como yo soy”. Hay poder en el hecho de comprometernos a obedecer las leyes de Dios y no simplemente andar en nuestro propio camino según la imagen de nuestro propio dios.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Vivimos en un mundo de familias fracturadas y matrimonios en decadencia. Los Estados Unidos recientemente alcanzó su tasa de matrimonio más baja desde que el gobierno comenzó a darle seguimiento en 186712. Según los datos del censo de Estados Unidos, la duración aproximada de un matrimonio en Estados Unidos es de unos veinte años13. Muchos jóvenes desean establecer matrimonios y familias eternas, pero sienten que las probabilidades están en contra de ellos. ¿Qué principio puede ayudar a darnos el poder para afrontar ese desafío? En la ceremonia de la investidura del templo hacemos un convenio de sacrificio. La Iglesia explica públicamente que este convenio significa “sacrificarse a fin de apoyar la obra del Señor y arrepentirse con un corazón quebrantado y un espíritu contrito”14. ¡Qué gran clave para las relaciones!
Estoy agradecido porque tanto a mi esposa como a mí se nos enseñó la importancia del arrepentimiento y del sacrificio. Nos criamos en el mismo lugar y fuimos a las mismas escuelas. Cuando volvimos a vernos después de la misión, el tema del amor surgió la primera noche que hablamos (no me pregunten cómo). Yo había llegado a la conclusión en mi misión de que la definición más verdadera del amor era “sacrificio”. En Juan 15:13 Jesús enseñó: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.
En nuestra conversación, le pregunté a ella qué pensaba que era el amor.
Se detuvo y luego dijo algo como: “Creo que la mejor manera de describir el amor es con la palabra sacrificio”.
¡Guau! ¡Me arrodillé allí mismo y le pedí que se casara conmigo! (No es cierto, en realidad nos tomamos nuestro tiempo y nos comprometimos en menos de dos meses). Hemos estado felizmente casados por casi veinticinco años. Ahora bien, eso no significa que no hemos tenido desafíos. Todos los matrimonios los tienen. Pero nuestro convenio del sacrificio con Dios nos ha motivado a dejar nuestra vida egoísta para edificar nuestra vida familiar y por lo tanto edificar el reino. Eso es cierto en cualquier relación. Hay poder en aprender que el amor perdurable por Dios y por los demás crece en el campo del sacrificio.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Vivimos en una época emocionante, pero desafiante, de importantes preguntas sociales y políticas. Hay muchas voces convincentes—a veces dirigiéndose en diferentes direcciones— cada una de las cuales está igualmente convencida de la virtud de su posición. Puede surgir un desafío de fe cuando una perspectiva personal entra en conflicto con las enseñanzas de la Iglesia. ¿Cómo manejamos esto? El problema no es si pensamos de manera diferente; incluso José Smith les dijo a las personas que no debían estar simplemente de acuerdo con todo lo que él decía, explicando que “no quería estar para siempre rodeado de burros”15. La cuestión es cómo tratamos esa conversación cuando hay opiniones divergentes. ¿Criticamos injustamente, juzgamos con dureza, acusamos sin suficiente información, hablamos mal de la gente o la menospreciamos públicamente? Si es así, perdemos poder espiritual.
Refiriéndome otra vez a la reunión de José Smith de 1835 con el Cuórum de los Doce Apóstoles, él les dijo: “No busquen la iniquidad en el otro. Si lo hacen, no recibirán una investidura, porque Dios no la concederá a tales personas”16. En vez de ello, consultemos como el Señor nos ha dicho:
con toda rectitud, con santidad y humildad de corazón, mansedumbre y longanimidad . . .
porque existe la promesa de que si abundan estas cosas en [nosotros], no [seremos] sin fruto en cuanto al conocimiento del Señor. [Doctrina y Convenios 107:30-31]
Hay poder en vivir las enseñanzas elevadas de Jesucristo tal como se enseñan en Su maravilloso evangelio: no juzgar ni injuriar, sino amar, perdonar, extender misericordia, pacificar, y orar por los demás.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Vivimos en una época de permisividad sexual. Un estudio del Centro de Investigación Pew de 2020 informó que de los estadounidenses que no están afiliados a la religión, el 84 por ciento dijo que el sexo casual es a veces o siempre aceptable entre adultos con consentimiento. Incluso entre cristianos, el 50 por ciento dijo que piensan que es permisible17. En nuestros días, la pornografía está en todas partes, es fácil de acceder y algunos la justifican al decir que es relativamente inofensiva. Necesitamos el poder más que nunca para resistir esta ola tsunámica de clemencia sexual y el daño que deja a su paso. Aunque algunos quieren eliminar los límites morales de la expresión sexual, el tiempo y la experiencia demuestran que el poder sin límites es el cimiento tanto de la corrupción como la del caos. Y no hay casi nada más poderoso que el poder de crear vida. Recuerden que aun Dios tiene límites en los que permanece y no cruza, porque “dejaría de ser Dios” (Alma 42:22, 25), como enseña el Libro de Mormón. ¿Podrían imaginarse tratar de tener fe en un Dios inmoral y sin restricciones? ¡Yo tampoco puedo! Y estamos aquí para aprender a llegar a ser más como Él.
Necesitamos ver que el convenio de castidad se trata de más que el sexo; se trata de aprender a desarrollar un carácter en el que se pueda confiar, que ejerce restricciones, respeta límites, no abusa egoístamente del poder y tiene la capacidad de crear y mantener una familia basada en los convenios. Ya sea que estemos solteros, saliendo en citas o casados —jóvenes o mayores— hay poder divino en desarrollar un carácter verdaderamente moral.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Vivimos en un mundo en el que hay mucha presión para ser alguien importante, para hacer algo grande, para tener una plataforma y para tener éxito. La palabra éxito por sí misma conlleva el peso cultural de las expectativas. Si digo: “¿Has oído hablar de David últimamente? Se ha vuelto muy exitoso”, ¿cuál es la definición de éxito en la que ustedes y yo hemos llegado a estar condicionados a pensar? Creemos que David debe ser rico, que ha llegado a ser famoso, tiene muchos seguidores o tiene alguna posición muy prestigiosa. Debe estar rompiéndola en el mercado. ¿Verdad que sí? Casi ninguno de nosotros probablemente piense: “¡Oh, maravilloso! David debe haber llegado a estar realmente lleno de amor y dedicado a servir a Dios y a sus semejantes”. El deseo de ser algo a los ojos de todos los demás puede manchar nuestros motivos, conducirnos a racionalizar hasta borrar nuestras normas éticas, justificar el pisotear y pasar por alto a otras personas en nuestro desesperado ascenso a la cima, y hacer que perdamos nuestra verdadera misión en la vida.
Hablando personalmente, casi dejé pasar mi propia carrera profesional, la que sentí que Dios me había llamado a seguir, porque, como un joven adulto, yo estaba comprensiblemente, pero a la misma vez demasiado preocupado por vivir con el salario de un maestro. Racionalicé conmigo mismo que quería riquezas y prestigio para poder hacer cosas buenas para los demás y brindarle oportunidades a mi familia. Pero si soy completamente honesto, el orgullo y mi propio deseo de ser elogiado por los demás también formaban parte de la ecuación y me estaban manchando el corazón. Estoy agradecido de que Dios me corrigió.
No me malinterpreten. Esto no se trata de dinero, fama, posición y prominencia. Muchos buenos santos tienen todo eso y más. Eso no es el problema. La cuestión es qué es lo que amamos y dónde está nuestro corazón. El templo nos enseña, como su convenio más elevado, a consagrar toda nuestra vida a Dios al dedicar y santificar nuestro tiempo, talentos y todo con lo que el Señor nos haya bendecido para hacer Su voluntad y edificar Su reino. Nos enseña a amar y servir a los demás al ofrecer nuestra abundancia para ayudar a los necesitados. Para todos ustedes que quizás no estén seguros acerca de su carrera —sí, les estoy hablando a ustedes que han cambiado su carrera cuatro veces— el templo les dice a qué se deben dedicar. Dedíquense a la consagración, y al dedicar su corazón a amar y servir a Dios y a sus semejantes, sabrán qué hacer con su tiempo, talentos y dones que se les han dado abundantemente. Hay poder en consagrar nuestras vidas al servicio de Dios y de Sus hijos: poder que nos permite encontrar nuestro camino y propósito personales.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Estos han sido solo algunos ejemplos. Hay muchas otras maneras en que podemos ser investidos con poder por medio del aprendizaje y luego por vivir diligentemente los convenios y los conceptos comunicados por la ceremonia de la investidura del templo. Después de una sesión de investidura a la cual recientemente asistí, me senté y escribí en privado cuarenta poderes espirituales que sentía que la investidura podía facilitar en mi vida si seguía sus santas enseñanzas. Y eso es apenas el punto del iceberg. Hay mucho que un Dios todopoderoso desea conferir a Sus hijos del convenio.
Podemos sentirnos tentados a pensar que ese tipo de poder solo se aplica a otras personas. Pero el poder de Dios es muy personal y se puede recibir por santos como ustedes y yo si aprendemos los patrones e implementamos los conceptos de los convenios.
Permítanme ilustrar, literalmente, con una ilustración. Algunos de ustedes tal vez sepan que soy artista y que pinto temas religiosos. ¿Ven esta pintura de Jesús? [Se muestra una pintura de Cristo].
Bueno, esa yo no la pinté. La hizo una niña de siete años que nunca había pintado a Jesús. Ahora, aún más asombroso es que pintó esta imagen en una hora. Y no es porque ella sea un Monet moderno (Bueno, tal vez lo sea; yo no sé. ¡El tiempo lo dirá!). ¿Cómo pudo hacerlo? Ella pudo hacerlo porque siguió algunos patrones básicos de instrucción que yo había preparado para ella y para otros niños en una actividad de la Primaria.
Creé un grabado en linóleo que los niños sellaron en algunas tablas preparadas. Eso les dio el bosquejo para comenzar. Luego les enseñé algunos principios básicos sobre luces, medios tonos y sombras. Les di un color a la vez, comenzando con amarillo cadmio para las luces. Les dí un ejemplo y les mostré dónde y cómo poner la pintura.
Al principio estaban un poco nerviosos e incluso confundidos por mi instrucción. Pero ellos siguieron fielmente, poco a poco, pincelada por pincelada.
Después, recibieron su tono medio de ocre amarillo, y yo les mostré cómo y dónde pintarlo en el centro de la cara. Luego lo mismo con el color tierra siena tostada para la sombra. Cuando se equivocaron, les cité algunos recordatorios sabios de Bob Ross, tales como “No hay errores, solo accidentes felices”18, y los ayudé a corregir su curso. Por último, pintamos la camisa blanca y la túnica roja del Salvador y lo terminamos todo con un color de fondo que contrastara para hacerlo resaltar.
Empezaron a entusiasmarse mucho al ver cómo les estaba saliendo. Un niño dijo: “¡Oye, se parece a un Jesús de verdad!”.
Algunos de sus padres no podían creer que sus hijos lo habían hecho ellos mismos. Pero al aprender y seguir los patrones básicos que se les mostraron, todos ellos tuvieron la capacidad de pintar a Jesús.
Del mismo modo, al implementar los santos patrones establecidos en la sagrada ceremonia de la investidura del templo, todos podemos desarrollar el poder y la capacidad de llegar a ser como Jesús. En pinceladas sucesivas de convenios y conceptos, la investidura del templo nos presenta a Cristo y nos muestra cómo seguirlo. Es posible que al principio estemos confundidos, pero al ser fieles, con entusiasmo comenzamos a verlo a Él en todos los aspectos y convenios del templo. ¿Quién ha sido más obediente a Dios, ha sacrificado más, ha vivido una vida más santa y ha sido más casto y consagrado que Jesús? Al vivir las enseñanzas del templo, poco a poco comenzamos a reconocer algo que se parece a “un Jesús de verdad” en nosotros mismos.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Aunque estos niños de la Primaria pudieron seguir un patrón sencillo de instrucción para producir una imagen de Jesús, solo llegarán a ser grandes artistas si continúan aprendiendo los conceptos del arte y practicándolos repetidamente con el tiempo. El poder y la capacidad no vienen con una sola clase. Desearíamos que fuera así, pero simplemente no es posible. Debemos constantemente poner el esfuerzo.
Llegar a ser investidos con poder divino es un poco como pasar por un programa o título universitario. El hecho de que hayamos sido aceptados no nos hace instruidos. La educación llega lentamente, incluso dolorosamente, especialmente cuando todo se debe entregar al mismo tiempo alrededor de los examenes finales. ¿Verdad que sí? Rara vez el aprendizaje llega dramáticamente o todo a la vez. La mayor parte viene casi imperceptiblemente con el tiempo. La matrícula de los estudios se paga por perseverancia. Sin embargo, gracias a la diligencia dedicada, aquellos que se están preparando para graduarse en unas pocas semanas han desarrollado más poder y capacidad en sus respectivas vidas y campos de estudio que tenían hace unos años cuando felizmente postearon #BYUbound. En la “escuela de los profetas” del Señor (es decir, el templo), crecemos de manera similar y gradual en poder y capacidad a medida que, con el tiempo, aprendemos e implementamos diligentemente los santos convenios y conceptos.
Es posible que ustedes y yo no entendamos algunas tareas. El libro de la escuela del templo a menudo requiere leerlo repetidamente para entender el significado. Pero el currículo del Maestro de maestros es muy claro. Este, el Profesor más santo, tiene horas de oficina abiertas todos los días, y Él está más que feliz de revisar sus calificaciones mientras hacen sus tareas una y otra vez hasta entenderlas. Él cree en dominar lo que uno aprende y Su semestre nunca termina. Pero dejen de saltarse o dormir durante Su clase, ¡y no se atrevan a abandonarla porque piensan que es demasiado difícil o confuso o que no es para ustedes! Vayan a Su clase una y otra vez y permitan que Él les enseñe. Al hacerlo, llegarán a ver que están aprendiendo, creciendo y llegando a ser investidos con más poder y capacidad divinos.
¡Sí, necesitamos una investidura!
Así que, mis queridos amigos, la Restauración continúa. Tomen la decisión hoy mismo de que continuarán en ella.
Necesitarán una investidura de poder espiritual y capacidad para hacerlo.
La ceremonia de la investidura del templo comunica los conceptos y los convenios para facilitar ese mayor poder.
Así como los niños aprendieron a seguir patrones mientras pintaban a Cristo, adoren en el templo y aprendan los patrones y el proceso para llegar a ser más como Jesús.
Cuando salgan del templo, sean alumnos diligentes y hagan un esfuerzo consciente en practicar esos convenios y conceptos en la vida cotidiana. Hagan el trabajo —practiquen, empiecen de nuevo, reajusten, aumenten su precisión— y nunca se den por vencidos. Dios no pierde la fe en ustedes. No pierdan la fe en Él.
Al actuar con fe, Dios promete verdaderamente investirnos con Su poder, sí, con el poder necesario para vencer los desafíos espirituales de nuestros días a fin de poder entrar en la presencia de Dios y recibir la plenitud de las bendiciones de la exaltación. Vayamos adelante y recibamos realmente nuestra investidura, sí, nuestra investidura de mayor poder espiritual.
¿Están dispuestos y listos para hacerlo y así continuar en la Restauración continua? Si lo están, ¿recuerdan cómo concluyo cada clase? Concluyamos este devocional de la misma manera:
¡La Restauración continúa!
¡Continuemos en ella!
Invito a todos nosotros a hacerlo mediante la investidura de poder del templo y en el sagrado nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesús el Cristo. Amén.
Notas
Anthony Sweat, profesor de historia y doctrina de la Iglesia, dió este discurso el 5 de abril del 2022.